Confesión sin máscaras
En este caso, la esencia de la confesión radica en que la persona que lo dice admite sinceramente que, en repetidas ocasiones, tomó objetos sin permiso: pequeños productos, como papas, zanahorias y una cebolla, de su pariente con quien convive. La propia confesión revela cómo la persona intentó inicialmente minimizar la gravedad de su falta mediante la autojustificación, pero finalmente decidió confesar por completo, denominando su acción como robo. Es decir, la confesión consiste en admitir el hecho del robo y desenmascarar su tendencia al autoengaño al restar importancia a la gravedad de lo cometido.
Citación de apoyo:
"He aquí: tomo en casa de mi nuera, la esposa de mi hermano, con quien vivimos juntos, unas papas, luego unas zanahorias, y después una cebolla, ¡en secreto! Y NO SOLO QUE NO PIDO PERMISO, SINO QUE DESPUÉS NO LE DIGO NADA AL RESPECTO. Afortunadamente, le confesé al padre, ya me arrepentí de haber tomado sin pedir permiso.
¿Y por qué no lo dije tal como se debe llamar?¡‘ROBABA!’ Y, con el corazón pesado, me dirigí a la iglesia. Encontré al sacerdote en el patio de la iglesia y le dije: —¡Padre, querido, perdóname! ¡Robé!" (fuente: enlace txt)
Además, un testimonio repetido en el mismo texto aclara que fue precisamente la cebolla la que se robó, lo cual enfatiza tanto el carácter mínimo del hecho como la importancia de reconocer la propia culpa:
"¡Autojustificación! ¡El engañoso menosprecio de mis graves pecados! ... —¿Y qué es lo que robas? —preguntó con severidad. —Robé una cebolla, —confesé tímidamente." (fuente: enlace txt)
Por lo tanto, la confesión aquí no es simplemente un reconocimiento verbal de una falta menor, sino una realización interna del propio error y una demostración de la disposición a admitir la culpa, renunciando a la autojustificación.