Metamorfosis Espiritual: De lo Primitivo a lo Divinizado
La transición del estado primitivo a la madurez espiritual y a la naturaleza divinizada, asemejada a Cristo, representa un proceso complejo y prolongado de transformación interior. Primero, el ser humano nace con la imagen de Dios, pero esta imagen está dividida por el pecado, y solo a lo largo de la vida, mediante un constante trabajo espiritual, es posible alcanzar la restauración de la semejanza divina. Esto se compara con las agonías del nacimiento: el yo exterior, primitivo, muere gradualmente, dando paso al principio interior y espiritual, que se renueva día a día.
Así, un autor escribe:
"Este proceso es arduo, según las palabras de Pablo, es como las agonías del nacimiento, porque la imagen y la semejanza en nosotros están divididas por el pecado: la imagen la recibimos al nacer, y la semejanza se alcanza a lo largo de la vida. ... En este proceso de imitación de Cristo, el cristiano se esfuerza por alcanzar la semejanza de Dios como la meta final de su vida espiritual" (fuente: enlace txt).
Otra fuente añade que esta transición se asemeja a una metamorfosis gradual. "Todos nosotros, con el rostro descubierto, como en un espejo, al contemplar la gloria del Señor, nos transformamos en la misma imagen, de gloria en gloria... Así, el alma humana pasa del estado animal primitivo en el hombre no regenerado a la naturaleza divinizada del santo, asemejado a Cristo" (fuente: enlace txt). Aquí se enfatiza que el antiguo estado animal muere, dando paso a un yo espiritual cada vez más desarrollado, que gradualmente se asemeja a la imagen de Cristo.
Por lo tanto, la transición consiste en la muerte de las manifestaciones primitivas del ser humano y su sustitución por una nueva vida espiritual, que alcanza la plenitud en una estrecha unión con Cristo. Este proceso requiere un constante crecimiento espiritual y renovación interior, donde el lugar central es la imitación centrada en Cristo, el Salvador.