Dualidad Sagrada: La Transición Mística del Día a la Noche

Los mitos y conceptos religiosos perciben la transición del día a la noche no simplemente como el cambio de periodos luminosos y oscuros, sino como la manifestación de una profunda dualidad metafísica: luz y oscuridad, plenitud e incompletitud, que simbólicamente transmite los procesos del acto creativo y el orden divino del ser.

En primer lugar, según una de las fuentes, los conceptos de “día” y “noche” se perciben originalmente como imágenes que indican la eterna confrontación entre la luz y la oscuridad. Se afirma que “al principio se otorgó al espíritu humano —en la forma del día y la noche. ‘Día’ es el tiempo en que el sol se alzó y brilla, venciendo ciertamente la oscuridad de la noche, pero la noche, a su vez, regresa y sustituye al día. (...) Y así comenzó el primer día de la creación...” (fuente: enlace txt). Este enfoque subraya que la división misma entre luz y oscuridad es un principio fundamental del orden, donde la incompletitud de la luz (la noche) ya está inherente a su naturaleza.

Además, otra fuente aborda el momento de transición describiendo cómo “la tarde y la mañana” —estados en los cuales la luz se manifiesta solo de forma parcial— preceden el pleno resplandor diurno. Se indica: “En esta mención de la tarde y la mañana, es decir, en el fenómeno de la luz incompleta, que siempre precede al día y siempre lo concluye, se esconde una profunda intuición mística (...) Solo la noche no encuentra cabida en esta sucesión de momentos creativos, pues la noche es aquello que el acto creativo supera y, por consiguiente, niega...” (fuente: enlace txt). Esto evidencia que los momentos de transición —el crepúsculo, cuando la luz es insuficientemente brillante y ambigua— simbolizan la incompletitud, el presagio de cambios, en los cuales el acto divino de la creación afirma gradualmente sus formas.

Asimismo, en la conciencia religiosa, la noche adquiere una dualidad: se percibe como un tiempo no solo de ausencia de luz completa, sino también de insinuación de la presencia de un plan divino más profundo y oculto. Esto se expone, por ejemplo, en las reflexiones sobre la visión cristiana de la noche: “Y las estrellas dispersas por el cielo, titilando en lo alto, nos sugieren ese diseño solar aún no revelado en nuestra realidad, el plan de Dios que se eleva infinitamente sobre ella y transforma la noche en día...” (fuente: enlace txt). Así, la luz incompleta que se manifiesta en el crepúsculo se convierte en símbolo de un proceso creativo continuo, pero aún no definitivo, en el que la unidad final de la luz está por afirmarse.

En resumen, las concepciones mitológicas y religiosas reflejan la transición del día a la noche mediante imágenes en las que la luz no es absolutamente completa, sino que atraviesa estados crepusculares, demostrando un enfrentamiento dinámico con la oscuridad. Esta simbología se cierra en la idea de la creación, en la que la luz incompleta en la tarde y en la mañana tiene significado como etapa intermedia en el camino hacia el orden final establecido desde el inicio de la creación.

Citas de apoyo:
“Es decir, si partimos de la concepción de la física moderna, según la cual la oscuridad no es más que la ausencia de luz, las palabras del evangelista que indican la confrontación entre la luz y la oscuridad nos parecerían simplemente carentes de sentido. Pero no debemos olvidar que aquí no se trata de física, sino de la metafísica enigmática apenas simbolizada en los conceptos ‘luz’ y ‘oscuridad’. Dicho de otro modo, no tratamos con conceptos, sino con imágenes de ‘luz’ y ‘oscuridad’ que nos dan una sugerencia visual del insondable misterio del ser. Esa imagen de la luz y la oscuridad nos es dada directamente —y se otorgó al espíritu humano desde el inicio— en la forma del día y la noche. ‘Día’ es el tiempo en que el sol se alzó y brilla, venciendo ciertamente la oscuridad de la noche, pero la noche regresa y sustituye al día. Cuando Dios creó por primera vez la ‘luz’ —según el libro del Génesis, fue el primer acto creativo de Dios tras la creación del ‘cielo y la tierra’, el primer acto de ordenación del ser mundial—, en lugar de una ‘tierra desierta y sin agua’, en la que reinaba ‘oscuridad sobre las aguas’, apareció, como primera forma del ser, la dualidad entre la luz y la oscuridad. ‘Y Dios separó la luz de las tinieblas, y llamó a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche’ (Génesis 1:4–5). Y así comenzó el primer día de la creación; esta relación perdura hasta hoy y continuará hasta el fin del mundo.” (fuente: enlace txt)

“Y fue la tarde y fue la mañana, segundo día; tercer día, etc. En esta mención de la tarde y la mañana, es decir, en el fenómeno de la luz incompleta que siempre precede y concluye el día, se esconde una profunda intuición mística. Sea cual sea el acto creativo del que se trate: la creación de cuerpos celestes, de la tierra o de los seres vivientes sobre ella, en él se repiten inevitablemente los mismos momentos de luz: primero la luz incompleta, casi en tregua con la noche (la tarde, la mañana), y luego el pleno resplandor diurno. Solo la noche no encuentra cabida en esta sucesión de momentos creativos, pues es aquello que el acto creativo supera y, por tanto, niega. Se indica únicamente la acción de la luz que, al entrar en la oscuridad, al principio se atenúa (la tarde, la mañana) y luego prevalece (el día). (...)” (fuente: enlace txt)

Dualidad Sagrada: La Transición Mística del Día a la Noche

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