El latido interior de nuestras acciones
De las fuentes presentadas se puede ver que la verdadera esencia del ser humano no se expresa tanto en sus acciones externas, sino en la profundidad de sus pensamientos internos e intenciones. Es precisamente aquello lo que define la calidad de la obra en sí y revela el contenido espiritual de la personalidad. Por ejemplo, una de las fuentes afirma claramente:"Dios ve y juzga ante todo nuestras intenciones, y solo después –sus consecuencias materiales, es decir, nuestras acciones. No se puede engañar a Dios. Incluso una acción que a primera vista parece buena no dará buenos frutos si se realiza con mala intención, con un propósito oculto o con un cálculo egoísta. …" (source: enlace txt, page: 320).Esta afirmación subraya que incluso las acciones que a simple vista parecen nobles pierden su valor si están motivadas por intenciones impuras o egoístas. Otra fuente desarrolla esta idea al mostrar que toda acción libre se origina en el deseo, y que su verdadera fuerza depende de la pureza de ese deseo:"El deseo es la semilla o embrión de toda acción libre, en su inicio, y su alma, durante su desarrollo. … Si el deseo no es puro, la acción no es digna. Si el deseo es débil, la acción no puede alcanzar su perfección. Si no hay deseo espiritual, la acción es muerta. …" (source: enlace txt).Así, las acciones que reflejan la verdadera esencia de una persona deben tener su fundamento en intenciones sinceras y puras, en las que el pulso interno del espíritu y la aspiración a lo sublime se entrelazan con las acciones visibles. Solo con esa unidad entre el mundo interno y las obras externas se puede afirmar que una persona manifiesta su verdadera esencia.