El Resplandor de la Virtud Interior

Cada uno de nosotros es portador de una eternidad interior. En un mundo donde a menudo se valoran los éxitos externos y la utilidad, la verdadera perfección no se mide por los logros visibles, sino por la riqueza del alma, sus fundamentos morales y su sincera singularidad. Porque cada persona nace con un valor inquebrantable que se refleja en su capacidad para ser un ser moral, iluminado por una luz interior. Esa luz no depende de las circunstancias ni de las evaluaciones externas; es el fundamento sobre el cual se construye nuestra autoconciencia personal y el derecho a una existencia feliz en este mundo. Al igual que un diamante, cuya verdadera belleza es capaz de brillar incluso si se cubre de manchas momentáneas, nuestra alma solo necesita liberarse de las impurezas innecesarias para poder resplandecer con toda su belleza divina. En conclusión, queda claro que la verdadera perfección reside en la dignidad interior de cada uno de nosotros – en esa esencia inquebrantable, única y eterna que nos convierte no solo en participantes de la vida, sino en fines en sí mismos, dignos de respeto y amor.

¿En qué consiste la perfección de cada persona?

La perfección de cada persona no radica en la impecabilidad de sus cualidades externas o en su utilidad en la sociedad, sino en su dignidad moral interna y singularidad. Cada ser humano, por naturaleza, posee un valor inmutable, definido por su capacidad para ser un ser moral dotado de una luz interior y el derecho a ser un fin en sí mismo, y no simplemente un medio.

Así, por ejemplo, en una de las fuentes se enfatiza que «La dignidad humana de cada persona, o su capacidad de ser un ser moral, no depende en absoluto de sus cualidades naturales ni de su utilidad...», lo que indica que la verdadera perfección no se determina por méritos externos o circunstancias (source: enlace txt).

Otro texto nos recuerda que «¿Por qué tan a menudo, al mirarnos a nosotros mismos, sentimos una sensación repulsiva? Si tomamos un diamante y lo ensuciamos con alquitrán, no da la impresión de ser un diamante, sino algo realmente oscuro. Y el propósito de la vida es precisamente limpiar todo eso — entonces brillará. Porque cada uno de nosotros fue creado por Dios, ¿para qué se nos concedió la fe? Para que brille, para que en los ángulos de nuestra alma se haga visible la luz de la Belleza Divina.» Aquí se subraya la idea de que en el interior de cada persona reside esa esencia sincera y resplandeciente, que es su verdadera «perfección», esperando el momento en que se eliminen las «impurezas» innecesarias (source: enlace txt).

De esta forma, la perfección de cada persona reside en su dignidad interna inmutable, en la independencia frente a las circunstancias externas, y en la singularidad e irrepetibilidad que hacen de cada uno no solo un participante, sino un fin en sí mismo y portador de valores morales eternos.

Supporting citation(s):
«La dignidad humana de cada persona, o su capacidad de ser un ser moral, no depende en absoluto de sus cualidades naturales ni de su utilidad: estas cualidades y esa utilidad pueden determinar la posición externa de la persona en la sociedad, la evaluación relativa por parte de los demás, pero de ninguna manera su propio significado y derechos humanos...» (source: enlace txt)

«¿Por qué tan a menudo, al mirarnos a nosotros mismos, sentimos una sensación repulsiva? Si tomamos un diamante y lo ensuciamos con alquitrán, no da la impresión de ser un diamante, sino algo realmente oscuro. Y el propósito de la vida es precisamente limpiar todo eso — entonces brillará. Porque cada uno de nosotros fue creado por Dios, ¿para qué se nos concedió la fe? Para que brille, para que en los ángulos de nuestra alma se haga visible la luz de la Belleza Divina.» (source: enlace txt)