La paradoja de la abundancia: ¿Bendición o carga?
Cuando las oportunidades llegan fácil y sin mayores esfuerzos, a menudo ocurre lo inesperado: la persona empieza a percibir sus logros como algo dado, perdiendo la verdadera sensación de humildad. Al inicio de su camino, contar con bienes materiales, talentos o incluso atractivo exterior se ve como un regalo del destino. Pero con el tiempo, el exceso de oportunidades otorgadas comienza a pesar, generando una lucha interna entre el deseo de disfrutar y la necesidad de mantener la medida.
La abundancia de bienes se convierte en una fuente de constantes preocupaciones e incertidumbre, ya que es difícil encontrar refugio en ellos, pues con cada nuevo don la vida se complica. La facilidad con la que se acceden a diversas ventajas va debilitando gradualmente el sentido natural de la medida, obligando a la persona a demostrar una autoconfianza excesiva y a olvidar la importancia de la autocrítica. Es precisamente ese “descaro” el que conduce a que las oportunidades acumuladas se transformen en una carga, cambiando la actitud respecto a los propios logros y capacidades.
En conclusión, se puede decir que las oportunidades entregadas en exceso a menudo se convierten en una fuente de tensión interna, privando a la persona de armonía y autosuficiencia. La verdadera riqueza reside en el dominio experto sobre lo que se tiene y en la capacidad de valorar incluso los dones más modestos, manteniendo un equilibrio entre la abundancia externa y la contención interna.
¿Por qué, en un contexto de amplio acceso a oportunidades gratuitas, las personas a veces pierden la sensación de humildad?
Cuando a una persona se le presentan oportunidades sin mayores costos, puede empezar a tomarlas por sentadas, lo que contribuye a la pérdida del sentido habitual de modestia. La abundancia de bienes otorgados—ya sean recursos materiales, talentos o incluso atractivo exterior—crea una especie de carga, haciendo que la persona olvide la necesidad de la contención interna. Así, según una de las fuentes, «cuando una persona tiene algún tipo de patrimonio, ya sea material o espiritual, comienza a atormentarla», y cuanto más acumula—dinero, talentos, belleza—más compleja se vuelve la vida, pues es difícil escapar de las constantes preocupaciones y exigencias que estos bienes generan (fuente: enlace txt, página: 2112).
Otra fuente enfatiza que el exceso de lo otorgado conduce a que la persona «adquiera de todo y se convierte en esclava», lo cual socava indiscutiblemente el sentido natural de la medida y la humildad, tan necesarios para una verdadera autosuficiencia humana (fuente: enlace txt, página: 127). Además, en otro pasaje se expresa la esplicación ante tal “descaro”: «¿Qué desfachatez tienes, hombre, para decir: ese es malo, aquel es tal?» – lo que refleja un cambio en la conciencia de la persona que, al estar rodeada de oportunidades gratuitas, comienza a exhibir rasgos excesivos de autoconfianza, olvidando la importancia de la crítica interna y la humildad (fuente: enlace txt, página: 2702).
Así, el acceso libre a un amplio espectro de oportunidades conduce a menudo a que la persona perciba sus logros y dones como algo natural. Este cambio en la actitud respecto a las propias oportunidades y logros genera una sensación de ligereza y desenfreno, donde el sentimiento de humildad se pierde en medio de una abundancia desbordante.
Citas de apoyo:
«Realmente es así. Cuando una persona tiene algún tipo de patrimonio, ya sea material o espiritual, comienza a atormentarla. Supongamos que una persona es muy inteligente—pues siempre necesita alimento para su mente. O que es muy musical—requiriendo alimento para su musicalidad, de lo contrario su don quedaría en vano. Y cuanto más patrimonio tiene: dinero, talentos, belleza, más difícil es la vida. Imaginemos a dos mujeres: una muy, muy bella y otra muy, muy poco atractiva. ¿A quién le resulta más fácil la vida? Naturalmente, a la menos bella, que no tiene preocupaciones ni complicaciones. (fuente: enlace txt, página: 2112)»
«¿Qué desfachatez tienes, hombre, para decir: ese es malo, aquel es tal? ¿Acaso no se debería trabajar para uno mismo en lugar de criticar a los demás? Mírate al espejo: ¿quién eres? Nuestro espejo es el Evangelio... (fuente: enlace txt, página: 2702)»