La destructiva energía de la guerra puede transformarse en una fuerza constructiva mediante la reinterpretación y redirección de la dinámica original del conflicto. Por un lado, la guerra despierta en el ser humano una energía capaz no solo de destruir, sino también de impulsar un movimiento poderoso y continuo hacia adelante, si se orienta hacia la creación. Tal como se señala en una fuente, «En la acción continua, en la lucha, en el movimiento. En cuanto la máquina se detiene —el tiempo de NEP—, las células humanas inevitablemente se descomponen... Es la misma energía que, durante los años de la guerra civil, encendió y levantó sobre los escombros a una Rusia agotada y desmenuzada.» (fuente: 1258_6286.txt). Aquí se evidencia que la dinámica de la lucha, aun cuando nace en la guerra, puede utilizarse para la transformación y el desarrollo de la sociedad.