- 20.03.2025
El precio de la inactividad: daño físico y mental
El ritmo moderno de la vida nos obliga cada vez más a enfrentarnos a un enemigo astuto: la prolongada pasividad, que destruye no solo el cuerpo, sino también el espíritu. Hace tiempo se demostró que la falta de movimiento afecta negativamente al estado físico: se ralentiza el flujo sanguíneo, se altera el funcionamiento normal del intestino y se reduce el tono general del organismo. Todo ello conduce a que los procesos del cuerpo se encaminen hacia el declive, acumulando cambios negativos que favorecen el desarrollo de una incomodidad crónica.