- 30.03.2025
En el mundo moderno, las cuestiones sobre las posibilidades y limitaciones del amor provocan tanto admiración como sorpresa. Las investigaciones demuestran que la capacidad de una mujer para sentir emociones profundas hacia varios hombres está determinada, en primer lugar, por predisposiciones psicológicas internas y, en segundo lugar, por las normas tradicionales de la sociedad. Comenzando por el mundo interior, muchos psicólogos sostienen que la naturaleza femenina se orienta desde el inicio hacia el establecimiento de vínculos emocionales exclusivos. Así, siempre y cuando se mantenga la pureza moral, la sinceridad de los afectos dirige a la mujer hacia relaciones monógamas, lo que puede disminuir considerablemente la probabilidad de establecer simultáneamente varias relaciones amorosas profundas.
La percepción negativa de Lilith está relacionada con la imagen que se fue formando en diversos textos religiosos y mitológicos. En estas fuentes, Lilith se presenta como una figura demoníaca que encarna la fuerza destructiva y los aspectos negativos de la naturaleza femenina. Así, por ejemplo, en los tratados mencionados en el Talmud, Lilith es retratada como una aterradora demonia, asociada con el ocultismo anticristiano. En una de esas descripciones se afirma:
El calendario, en este contexto, se entiende no simplemente como un medio para medir el tiempo, sino como una estructura especial que conecta el orden cósmico exterior con el mundo interior del ser humano. Representa no solo un ciclo rítmico, sino también una “memoria rítmica” de la cultura, es decir, un sistema en el que se ha preservado, a lo largo de los siglos, el conocimiento sobre los ciclos de la naturaleza, los eventos y las regularidades de la existencia. De este modo, mediante períodos, repeticiones y ritmos, el calendario se convierte en el vínculo entre los inmensos ciclos cósmicos y los ritmos internos de la vida humana, permitiendo a la persona encontrar su lugar dentro de un todo armonioso.
Los mitos y leyendas frecuentemente utilizan la dualidad del día y la noche para transmitir la idea de la ciclicidad de la vida, donde la luz personifica la energía vital, la renovación y la esperanza, mientras que la oscuridad simboliza los peligros, las traicioneras fuerzas del destino y las inevitables pruebas que acompañan la existencia humana. Estas imágenes sirven como símbolos de estados transitorios, en los que la llegada de la noche no solo significa el ocaso del día, sino también la apertura de una nueva etapa, a menudo sombría, llena de incertidumbre y amenazas que exigen al héroe coraje y resistencia.