La ciudad de Riga surgió en condiciones en las que la misión espiritual se entrelazaba con la necesidad de defensa y control político. Como se destaca en la fuente, los líderes religiosos utilizaban su poder no solo para predicar la fe, sino también para construir fortificaciones y organizar fuerzas militares. Así, el Tercer Obispo de Livonia, Alberto, quien fundó la ciudad en el año 1200, no se limitó únicamente a la dirección espiritual. Actívamente aumentó el número de guerreros y edificó fortalezas, demostrando que sus acciones tenían un carácter tanto religioso como político: aspiraba a dominar simultáneamente en las esferas espiritual y secular. En este contexto, las misiones religiosas estuvieron acompañadas de actividad militar, reflejada en la aparición de órdenes guerreras, como la Orden de los Guerreros de Cristo, subordinados al Obispo de Riga. De este modo, los símbolos de “la cruz y la espada” se convirtieron no simplemente en una metáfora del llamado religioso, sino en la encarnación de la necesidad de protección, gestión y expansión de la influencia del nuevo asentamiento.