Los dioses (es decir, aquellos que transmiten la palabra divina) se adhieren exclusivamente a la enseñanza fijada en las sagradas escrituras, porque desde el inicio del mundo se estableció una estricta ley de inmutabilidad para la predicación. Según esta ley, cada palabra debe ser cuidadosamente seleccionada para no distorsionar el claro y divino mensaje que fue entregado a través de los profetas y apóstoles.
La justificación religiosa para los cristianos respecto al trasplante o uso de cabello ajeno se basa en la idea de que aplicar a la cabeza natural el cabello de otro constituye una violación del orden divinamente establecido y de la identidad simbólica, especialmente en el contexto de las relaciones familiares. En particular, varios autores citados enfatizan que adornar la cabeza con el cabello de otro (o trasplantar artificialmente cabello ajeno) es un acto impío, ya que implica cuestiones de dirección espiritual y simbolismo, donde la cabeza del marido es Cristo, y para la esposa, su cabeza es el marido.
En el judaísmo y el cristianismo se observan diferentes enfoques respecto al autoengrandecimiento, lo cual refleja las distintivas bases ideológicas de estas tradiciones.
Para evaluar la autenticidad de la enseñanza de Cristo, no solo se debe considerar la transmisión textual de la Palabra, sino, sobre todo, el ejemplo de vida del propio Maestro. Como señala el teólogo protestante liberal A. Garnak, para la Iglesia lo importante no es tanto la precisión del relato, sino la vida del Maestro, la cual no puede ser falsificada. Es la experiencia personal y las acciones de Jesús lo que sirve como fundamento inmutable para confirmar la autenticidad de su enseñanza, incluso si algunos de sus fragmentos pudieron haber sido distorsionados posteriormente (fuente: 178_888.txt).
El argumento se fundamenta en una serie de factores que, en conjunto, contribuyeron al alejamiento de la doctrina del cristianismo ortodoxo de los pactos originales de Cristo.