Los sectarios rechazan la obligatoriedad del ayuno, ya que consideran que este ritual se transforma en una limitación formal que desvía la atención de la solución de problemas sociales y comunitarios más urgentes. Según su opinión, los parámetros establecidos para el ayuno provocan que, en lugar de fomentar un verdadero perfeccionamiento espiritual, se convierta en un conjunto de normas externas que alteran el curso natural de la vida comunitaria e incluso ralentizan su desarrollo. Uno de los argumentos fundamentales es que los ayunos públicos interrumpían la actividad laboral normal y, en esencia, constituían un “ritual” que sería preferible cancelar en favor de abordar cuestiones de injusticia social. Como se menciona en una fuente, “Una de las razones para la interrupción de las predicaciones con motivo del ayuno fue la oposición radical, expresada, por ejemplo, en el panfleto de un tal T.W. en enero de 1648 titulado: ‘Palabra a Inglaterra, relativa a sus ayunos’. El autor creía que al Parlamento le vendría mejor ocuparse de corregir la injusticia social y la desigualdad, en lugar de continuar con el ritual de los ayunos públicos. Los cuáqueros adoptaron esta temática con ímpetu…” (fuente: 1075_5373.txt).