- 30.05.2025
Probablemente estés familiarizado con esta sensación: cuanto más persigues tus ambiciones, más se siente como si estuvieras corriendo en una cinta de correr que otra persona ha puesto en modo maratón. Los objetivos se multiplican, la lista de tareas pendientes viola todas las leyes de la física e incluso las victorias parecen disminuir, sin dar tiempo para regocijarse. La ironía de la vida es que cuanto más rápido corremos, menos nos damos cuenta de dónde estamos realmente. Cada hito que alcanzas debería ser emocionante, pero en cambio, te preguntas cada vez más por qué la línea de meta sabe sospechosamente a las sobras de ayer.
No nos engañemos: la actual carrera por el crecimiento económico se asemeja a la de un hombre que gasta su último dinero en tarjetas de crédito y lo llama un "genio financiero". Sí, las flechas apuntan hacia arriba en los gráficos del PIB, y los políticos están felices de agitarlas como medallas de oro, pero hay una cuenta silenciosa detrás: bosques que desaparecen, ríos envenenados y una serie de especies que se alejan, empacando sus maletas para siempre. Para ser honesto, la "prosperidad" de hoy parece escribir una factura a la naturaleza con una nota: "¡No te preocupes, lo arreglaremos de alguna manera el próximo trimestre!" Si el greenwashing fuera incluso la mitad de efectivo para salvar ecosistemas que para lavar reputaciones, ya estaríamos viviendo en una eco-utopía.
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