El calendario, en este contexto, se entiende no simplemente como un medio para medir el tiempo, sino como una estructura especial que conecta el orden cósmico exterior con el mundo interior del ser humano. Representa no solo un ciclo rítmico, sino también una “memoria rítmica” de la cultura, es decir, un sistema en el que se ha preservado, a lo largo de los siglos, el conocimiento sobre los ciclos de la naturaleza, los eventos y las regularidades de la existencia. De este modo, mediante períodos, repeticiones y ritmos, el calendario se convierte en el vínculo entre los inmensos ciclos cósmicos y los ritmos internos de la vida humana, permitiendo a la persona encontrar su lugar dentro de un todo armonioso.