Los pensamientos obsesivos acerca de Dios pueden tener un profundo impacto en el estado espiritual de una persona, provocando una lucha interna, dificultando la concentración en el contacto directo con lo divino e incluso distorsionando la percepción de la experiencia religiosa. Por ejemplo, como se señala en una fuente, “durante la oración, los pensamientos obsesivos comienzan a acumularse de manera especialmente insistente en la conciencia, como si intentaran ocultar a Dios del ojo espiritual del que ora. Solo con una gran tensión de la voluntad se logra mantener la atención en las palabras sagradas de la oración” (fuente: 779_3892.txt). Esto indica que tales pensamientos pueden distraer a la persona del verdadero contacto espiritual, apagando la sensación de la presencia de Dios y perturbando cualitativamente el proceso de la oración.