La corrupción espiritual de la Iglesia

La asociación de la Iglesia con las bendiciones materiales y el poder mundano distorsiona de raíz su misión primordial y conduce a la degradación espiritual tanto de la comunidad como del creyente individual. Dicho apego al dinero y al poder estatal distrae del verdadero objetivo: la salvación de las almas y la comunión sincera con Dios, quien, por naturaleza, se halla muy lejos del deseo de dominar o de recurrir a la violencia.

Por ejemplo, en uno de los textos se subraya que «Nadie puede servir a dos señores: porque o aborrecerá a uno y amará al otro; o se dedicará a uno y despreciará al otro. [...] Por eso el Señor dice: ‘No podéis servir a Dios y a las mammones’» (fuente: enlace txt, páginas: 2435-2436). Aquí se expresa claramente la idea de que el apego a la riqueza (mammones) impide la entrega total a Dios, ya que la persona se ve desgarrada entre dos intereses fundamentalmente opuestos.

Además, otra cita llama la atención sobre el hecho de que «si existe cierta inmoralidad profunda, [...] Quizás el principal pecado de nuestro tiempo, desde el punto de vista de la Iglesia, sea la codicia. Indudablemente, hay algo falso en nuestra actitud hacia el dinero» (fuente: enlace txt, páginas: 159-160). La incorporación de los recursos y el poder en el núcleo de la organización eclesiástica genera valores falsos, ya que lo material empieza a desempeñar un papel crucial en detrimento del perfeccionamiento espiritual, lo que conduce al debilitamiento de la esencia espiritual en el corazón de los creyentes.

Al mismo tiempo, tal equiparación y transformación de Dios en portador del poder y la dominación, y de la Iglesia en una manifestación del mundo y el dinero, contradice la idea de la verdadera naturaleza divina. Como se afirma: «A Dios no le es propia ninguna potestad, no le es inherente la voluntad de grandeza; Él no exige adoración servil» (fuente: enlace txt, página: 10). Aquí se subraya que la Divinidad no debe convertirse en objeto de idolatría, comparable a las nociones humanas de poder y coerción, lo que agrava aún más la situación si la propia Iglesia se asocia con fines mundanos.

Así, las consecuencias de tal asociación se expresan de la siguiente manera:
1. La distracción de los creyentes del verdadero camino espiritual, cuando el bienestar material y la fama terrenal se convierten en los objetivos principales.
2. La distorsión de la imagen de Dios, quien no se presenta de forma coherente como soberano o dominador, lo que conduce a la pérdida de la sinceridad en la comunión personal con Él.
3. El debilitamiento de la misión espiritual de la Iglesia, que deja de servir como medio para la salvación del alma y se transforma en una institución sujeta a las pasiones mundanas y a la codicia.

Esta transformación no sólo destruye la unidad interna de la Iglesia, sino que también amenaza su capacidad para cumplir con el elevado llamado de salvar y glorificar a las personas.

Citas de apoyo:
«Nadie puede servir a dos señores: porque o aborrecerá a uno y amará al otro; o se dedicará a uno y despreciará al otro. [...] Por eso el Señor dice: ‘No podéis servir a Dios y a las mammones’» (fuente: enlace txt, páginas: 2435-2436).

«Si existe cierta inmoralidad profunda, [...] Quizás el principal pecado de nuestro tiempo, desde el punto de vista de la Iglesia, sea la codicia. Indudablemente, hay algo falso en nuestra actitud hacia el dinero» (fuente: enlace txt, páginas: 159-160).

«A Dios no le es propia ninguna potestad, no le es inherente la voluntad de grandeza; Él no exige adoración servil» (fuente: enlace txt, página: 10).

La corrupción espiritual de la Iglesia

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