La corrupción espiritual de la Iglesia
La asociación de la Iglesia con las bendiciones materiales y el poder mundano distorsiona de raíz su misión primordial y conduce a la degradación espiritual tanto de la comunidad como del creyente individual. Dicho apego al dinero y al poder estatal distrae del verdadero objetivo: la salvación de las almas y la comunión sincera con Dios, quien, por naturaleza, se halla muy lejos del deseo de dominar o de recurrir a la violencia.Por ejemplo, en uno de los textos se subraya que «Nadie puede servir a dos señores: porque o aborrecerá a uno y amará al otro; o se dedicará a uno y despreciará al otro. [...] Por eso el Señor dice: ‘No podéis servir a Dios y a las mammones’» (fuente: 9_44.txt, páginas: 2435-2436). Aquí se expresa claramente la idea de que el apego a la riqueza (mammones) impide la entrega total a Dios, ya que la persona se ve desgarrada entre dos intereses fundamentalmente opuestos.Además, otra cita llama la atención sobre el hecho de que «si existe cierta inmoralidad profunda, [...] Quizás el principal pecado de nuestro tiempo, desde el punto de vista de la Iglesia, sea la codicia. Indudablemente, hay algo falso en nuestra actitud hacia el dinero» (fuente: 1289_6444.txt, páginas: 159-160). La incorporación de los recursos y el poder en el núcleo de la organización eclesiástica genera valores falsos, ya que lo material empieza a desempeñar un papel crucial en detrimento del perfeccionamiento espiritual, lo que conduce al debilitamiento de la esencia espiritual en el corazón de los creyentes.Al mismo tiempo, tal equiparación y transformación de Dios en portador del poder y la dominación, y de la Iglesia en una manifestación del mundo y el dinero, contradice la idea de la verdadera naturaleza divina. Como se afirma: «A Dios no le es propia ninguna potestad, no le es inherente la voluntad de grandeza; Él no exige adoración servil» (fuente: 1248_6235.txt, página: 10). Aquí se subraya que la Divinidad no debe convertirse en objeto de idolatría, comparable a las nociones humanas de poder y coerción, lo que agrava aún más la situación si la propia Iglesia se asocia con fines mundanos.Así, las consecuencias de tal asociación se expresan de la siguiente manera:1. La distracción de los creyentes del verdadero camino espiritual, cuando el bienestar material y la fama terrenal se convierten en los objetivos principales.2. La distorsión de la imagen de Dios, quien no se presenta de forma coherente como soberano o dominador, lo que conduce a la pérdida de la sinceridad en la comunión personal con Él.3. El debilitamiento de la misión espiritual de la Iglesia, que deja de servir como medio para la salvación del alma y se transforma en una institución sujeta a las pasiones mundanas y a la codicia.Esta transformación no sólo destruye la unidad interna de la Iglesia, sino que también amenaza su capacidad para cumplir con el elevado llamado de salvar y glorificar a las personas.Citas de apoyo:«Nadie puede servir a dos señores: porque o aborrecerá a uno y amará al otro; o se dedicará a uno y despreciará al otro. [...] Por eso el Señor dice: ‘No podéis servir a Dios y a las mammones’» (fuente: 9_44.txt, páginas: 2435-2436).«Si existe cierta inmoralidad profunda, [...] Quizás el principal pecado de nuestro tiempo, desde el punto de vista de la Iglesia, sea la codicia. Indudablemente, hay algo falso en nuestra actitud hacia el dinero» (fuente: 1289_6444.txt, páginas: 159-160).«A Dios no le es propia ninguna potestad, no le es inherente la voluntad de grandeza; Él no exige adoración servil» (fuente: 1248_6235.txt, página: 10).