A veces, las experiencias espirituales parecen ser evidencia vívida de la presencia de algo divino, pero la verdadera diferencia entre la obra genuina del Espíritu Santo y una elevación emocional temporal radica en la profundidad de los cambios internos de una persona. Es importante no confiar únicamente en sentimientos subjetivos de alegría y emoción, que pueden ser solo momentos fugaces de elevación. La verdadera manifestación del Espíritu Santo se manifiesta a través de una transformación sostenible de la vida, reflejando los valores tradicionales y el renacimiento espiritual dentro de una persona. Tales cambios no dejan lugar a dudas, porque son confirmados no sólo por las experiencias afectivas, sino también por los frutos objetivos de la renovación interior, de acuerdo con la tradición apostólica. En conclusión, podemos decir que una verdadera experiencia espiritual no es solo un sentimiento de especial cercanía a Dios, sino también una transformación notable de la vida, que cambia a la persona a un nivel fundamental.</br><b>¿Cómo se puede distinguir entre la presencia imaginaria del Espíritu Santo y su manifestación real?</b></br>Para distinguir entre una manifestación verdadera del Espíritu Santo y una imaginaria, es necesario no confiar únicamente en las sensaciones subjetivas y la excitación emocional que pueda surgir en una persona. Como dice una fuente: "Al principio, cuando una persona se siente feliz, emocionada, eclipsada por las influencias divinas, uno puede pensar que está bajo la influencia del Espíritu Santo. Pero no es necesariamente algún tipo de experiencia mística, a saber, el Espíritu Santo" (fuente: 1213_6061.txt). Es decir, mientras que la elevación emocional puede interpretarse como evidencia de Su influencia, la verdadera manifestación implica un cambio más profundo en la vida del creyente y es consistente con la tradición apostólica.