La respuesta se puede formular de la siguiente manera: el sentido de las aspiraciones humanas se conserva no a través de su fijación en acciones finitas, sino mediante el reconocimiento de su naturaleza atemporal y eterna, y su vinculación con valores absolutos que trascienden el fugaz correr del tiempo. En otras palabras, el tiempo finito, sea cual sea, no es capaz de agotar o reducir a una mera mecanicidad aquellas aspiraciones que están arraigadas en el espíritu humano. Como se señala en una de las fuentes, «Todo lo temporal, todo lo que tiene un principio y un fin, no puede ser un fin en sí mismo… Lo temporal es solo el reflejo de la vana vanidad mundana, mientras que la verdadera comprensión de la vida debe basarse en el inmutable bien absoluto» (source: 9_44.txt). Esto indica que, para preservar el sentido, no es tan importante fijar cada logro, sino renovar y reavivar constantemente los referentes internos dirigidos hacia lo eterno.