El trabajo interior constante en uno mismo es la base de un profundo autoconocimiento y de la formación de valores superiores. Es precisamente a través de esfuerzos diarios enfocados en el autoanálisis y en la lucha contra las debilidades internas que la persona renueva, una y otra vez, su mundo interior, acercándose a ideales que reflejan la santidad, la virtud y el amor. Tal como se destaca en la fuente 757_3780.txt, "La creación del hombre interior no se lleva a cabo en el instante de hazañas sorprendentes, sino en la vida cotidiana. El objetivo del hombre es organizar su vida interior, crear en sí mismo un reino celestial. Al luchar contra el pecado, afirmamos en nosotros y en el mundo la vida divina. La lucha contra el pecado revela verdades dogmáticas y nos acerca al conocimiento de la vida divina. Esa vida es, a su vez, la construcción del reino de Dios y el mismo reino de Dios que se manifiesta con fuerza. Se vuelven más comprensibles las palabras de la oración del Señor: 'Venga tu reino. Hágase tu voluntad.'" Esto evidencia que el trabajo interno diario no solo contribuye a superar los defectos personales, sino también al gradual dominio de ideales más elevados.