En el mundo de mitos y antiguas creencias se pueden encontrar sorprendentes interpretaciones de la trinidad divina, que difieren radicalmente de los dogmas cristianos acostumbrados. Estas concepciones alternativas representan a la deidad como una unidad inseparable de tres aspectos diferentes, pero interrelacionados, permitiendo iluminar de manera novedosa los misterios del cosmos.
El símbolo de la unidad entre el Padre Celestial y la Madre Tierra puede entenderse aquí como la expresión de la profunda interconexión de los principios creativos, en la que el Padre Celestial representa el impulso, la fuente de la causa primordial, y la Madre Tierra es la nutricia, del seno de la cual nacen y a la que regresan todas las formas de vida: árboles, seres humanos, frutos de la naturaleza. Es decir, el Padre Celestial inicia el fenómeno del ser, mientras que la Madre garantiza su continua renovación, fertilidad y la posibilidad de renacer. Esta imagen refleja la idea de que todo lo existente surge no de manera accidental, sino mediante la ineludible interacción de estos dos principios: el impulso creativo primigenio (padre) y el seno materno que da la vida (tierra).