El envejecimiento trae consigo cambios naturales, pero cuando en el comportamiento de las personas mayores se observan alteraciones persistentes en el ámbito emocional y en las funciones cognitivas, eso supone una señal importante para que los especialistas presten una atención más profunda. En primer lugar, los profesionales observan la disminución gradual de la memoria, la reducción de las capacidades intelectuales y el deterioro del rendimiento. Estos síntomas pueden ir acompañados de cambios en el carácter: ansiedad constante, estados depresivos o fluctuaciones emocionales bruscas. Estas manifestaciones señalan procesos endógenos, en los cuales los cambios característicos en la psique son el principal indicador para el diagnóstico, aunque los signos somáticos pueden estar ausentes. Asimismo, un deterioro notable del pensamiento lógico, la aparición de síntomas psicóticos y alucinaciones requieren una evaluación clínica integral. El objetivo de este enfoque es realizar una valoración minuciosa no solo de las manifestaciones psicológicas, sino también del posible impacto de condiciones somáticas, lo que permite determinar a tiempo la necesidad de intervenciones y apoyo. Este enfoque enérgico pero objetivo ayuda a comprender mejor cuándo los cambios en el comportamiento de las personas mayores constituyen signos de una patología grave que merece atención e intervención profesional.