Por un lado, los fieles ortodoxos se convencen por la obra real de Dios, la cual se manifiesta a través de milagros y señales que testifican de la sabiduría y el poder divinos; y, por otro lado, por la constante permanencia en la Palabra de Jesucristo y el amor entre los creyentes.

Señales Divinas: Milagros y Amor en la Fe Ortodoxa

Por un lado, los fieles ortodoxos se convencen por la obra real de Dios, la cual se manifiesta a través de milagros y señales que testifican de la sabiduría y el poder divinos; y, por otro lado, por la constante permanencia en la Palabra de Jesucristo y el amor entre los creyentes. Es decir, la veracidad de la guía de Dios se confirma no solo por los milagros externos, sino también por el estado interno del alma y las relaciones entre los discípulos de Cristo.

Así, según una de las fuentes, son considerados discípulos de Cristo aquellos que, además de realizar milagros en el nombre del Señor, poseen otro rasgo fundamental: el amor entre ellos. El texto presenta lo siguiente:
«Si quieres, te lo demostraremos de otra manera. Vino a él, dice el evangelista, “setenta discípulos”, y, gozosos, decían: “¡Señor! y los demonios nos obedecen en tu nombre”. Y les dijo: “Pero no os alegréis de que los espíritus os obedezcan, sino alégrate de que vuestros nombres están escritos en los cielos”.

¿Ves cómo la vida siempre merece elogio?

Repitamos ahora lo dicho. “Por esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Jn 13:35)» (fuente: enlace txt).

También se enfatiza que los verdaderos discípulos son aquellos que “permanecen en la Palabra” de Jesús. Esto se testifica en otro fragmento:
«Desde ese momento, muchos de sus discípulos se apartaron y ya no le seguían (Jn 6:59-67). ¿Acaso no fueron estos llamados discípulos, según la palabra del Evangelio? Sin embargo, en verdad no lo eran, ya que no permanecieron en Su Palabra, de acuerdo a lo dicho: Si permanecéis en Mi Palabra, entonces seréis verdaderamente Mis discípulos» (fuente: enlace txt).

Así, los fieles ortodoxos se convencen de que su vida, impregnada de la sabiduría y la acción de Dios, se confirma a través de las señales, y que el auténtico discipulado se define por la transformación interior – el amor mutuo y la constante permanencia en la Palabra de Cristo. Estos rasgos sirven como prueba de que son guiados por el mismo Dios y de que son verdaderos discípulos de Jesucristo.