El Viaje Interior: Forjando Identidad y Conexión

La formación de la propia identidad representa un proceso asombroso en el que nos acompañan tanto las búsquedas internas como la rica experiencia de las relaciones con el mundo que nos rodea. Al comienzo del camino nos enfrentamos a la cuestión fundamental: ¿quiénes somos? Este proceso se inicia con un acto profundo de autodeterminación, en el que cada uno de nosotros elige su posición única, esforzándose por fijar su ser como algo inimitable. Es precisamente a través de este diálogo interior, en el que nos preguntamos quiénes somos, que se forja nuestra autenticidad, haciéndonos conscientes de nuestra singularidad y de la inseparabilidad respecto al mundo.

Sin embargo, nuestra autoconciencia no existe en el vacío. Está intrínsecamente ligada a las relaciones interpersonales y a los elementos del legado cultural que se nos impregnan desde la infancia. Es a través de relaciones cercanas, la amistad, el amor e incluso la educación espiritual, que comenzamos a experimentar cómo los factores externos influyen en nuestro yo interior, dotándolo de nuevos significados y matices. Nuestra percepción de nosotros mismos surge siempre en el contexto de la realidad circundante, donde los límites entre la esfera personal y las influencias externas adquieren especial relevancia. El sentido de nuestra individualidad se revela tanto en el reconocimiento de nuestra autonomía como en la comprensión de que estamos inextricablemente vinculados al mundo de otras personas, a la cultura y a las tradiciones que definen nuestro lugar en la sociedad.

En resumen, se puede decir que la conciencia de la propia identidad es un proceso dinámico en el que se combinan la fuerza interna de la autodeterminación y la importancia de los lazos interpersonales. Aquí, en el diálogo entre el “yo” y el mundo exterior, se establecen las bases de nuestra originalidad, haciéndonos no solo únicos, sino también vivamente receptivos a las corrientes culturales y a las tradiciones. Este enfoque nos ayuda a comprender tanto quiénes somos como nuestro lugar en la compleja estructura de la sociedad moderna, en la que cada uno de nosotros deja una huella irrepetible.
¿Cómo se forma nuestro entendimiento de la propia identidad y el lugar en el mundo?

Nuestro entendimiento de nuestra propia identidad y de nuestro lugar en el mundo se forma como resultado de un proceso complejo y multifacético, en el que juegan un papel central tanto la actividad interna de auto-certificación como nuestras relaciones con las personas y las condiciones culturales.

Por un lado, la identidad surge a partir del acto interno de autodeterminación. Como se señala en una de las fuentes:
"Es posible que existan dos objetos idénticos, pero no dos seres humanos idénticos, y la idea del clonaje, si se aplica a nosotros de forma personal, provoca en nosotros un profundo desconcierto, repulsión e incluso horror. […] para el ser humano, la identidad solo puede ser la identidad consigo mismo, la autoidentidad. […] Sólo el propio individuo es capaz de certificar su propia (auto)identidad. Dicho acto de auto-certificación significa que la persona establece una auto-relación en la que se esfuerza por descubrir, fijar e identificarse —por verse exactamente a sí misma, y de ese modo confirmarse a sí misma— como una autenticidad existente y autoidéntica. ¿Pero se logra esto? ¿Qué se necesita para ello, cuáles son las condiciones? —Éstas son las preguntas que constituyen el 'problema de la autoidentidad'." (source: 508_2538.txt)

Este proceso interno comienza con la elección de uno mismo como base para cualquier disposición, tal como se enfatiza en otro fragmento citado:
"Al establecimiento de cualquier posición o postura siempre le precede —la elección de uno mismo, el acto de ser consciente de uno mismo, la respuesta, aunque sea intuitiva, a la contundente pregunta (en términos de Buin): ¿QUIÉN ERES – QUÉ ERES? Esta es la cuestión sobre mi identidad. […]" (source: 508_2538.txt). Así, la autoconciencia y la autodeterminación resultan primordiales y fundamentales para la formación de nuestra identidad.

Por otro lado, nuestra percepción de nosotros mismos está inseparablemente vinculada al mundo exterior, a las personas y a aquellos elementos de cultura y educación que penetran en nuestra conciencia desde la niñez. La importancia de estos aspectos se evidencia en la descripción de cómo las relaciones con otros y los valores colectivos influyen en nuestro ser interior:
"Así, otras personas para mí son parte directamente de la realidad objetiva externa que distingo claramente de mi “yo”. Sin embargo, cuando entablo una relación de amor íntimo o amistad con ellas, las tengo de una manera diferente a como, por ejemplo, tengo el dinero, un vestido o muebles. Porque la propia relación de amor o amistad me enriquece desde adentro, impregna la esencia de mi 'yo' interior y vive en mí. […] la nacionalidad es un elemento determinante de mi propio ser. La misma relación se evidencia en el desarrollo interior y espiritual de la personalidad a través de la educación..." (source: 1268_6336.txt). Aquí se destaca que la experiencia de relaciones íntimas, el vínculo con la patria, la cultura nacional o el proceso educativo no solo complementan, sino que constituyen de manera directa nuestro sentido de ser, nuestra identidad.

Además, en el proceso de autodeterminación, las relaciones con el mundo exterior juegan un papel fundamental, pues nos permiten ser conscientes tanto de nuestra individualidad como de nuestro vínculo con quienes nos rodean. Como se expresa:
"Esta instancia del ser que experimentamos como 'yo' y a la que denominamos con ese nombre, en cierto sentido, es algo soberano, autosuficiente, independiente de cualquier cosa externa [...] Pero esa misma individualidad, particularidad, separación, independencia es una relación de negación respecto a aquello de lo que me concibo como separado [...]" (source: 1267_6334.txt). Esto demuestra que la comprensión de uno mismo se forma no solo mediante la afirmación positiva del 'yo', sino también a partir de la oposición al 'tú' exterior, a través del reconocimiento de los límites entre el 'yo' y los otros.

Así, nuestro entendimiento de la propia identidad y de nuestro lugar en el mundo surge gracias a la dialéctica entre el autoestablecimiento interior y las relaciones externas, donde la autodeterminación personal se entrelaza estrechamente con la sensación de vinculación (y diferencia) respecto a otras personas, la cultura, las tradiciones e incluso comunidades enteras.

Citas de apoyo:
"Es posible que existan dos objetos idénticos, pero no dos seres humanos idénticos, y la idea del clonaje, si se aplica a nosotros de manera personal, provoca en nosotros un profundo desconcierto, repulsión e incluso horror. Por ello, en el ámbito de los objetos, la identidad, en términos generales, no es lo mismo que la autoidentidad. Puede referirse a la identidad de un objeto consigo mismo o con otro objeto; mientras que para el ser humano, la identidad solo puede ser la identidad consigo mismo, la autoidentidad. Además, en lo que respecta al ser humano, la autoidentidad adquiere un significado adicional importante al relacionarse con la autoconciencia: la identidad de un ser consciente es la que se establece no por una instancia externa, sino exclusivamente por él mismo; solo el propio individuo es capaz de certificar su propia (auto)identidad. Dicho acto de auto-certificación implica que la persona establece una auto-relación en la que se esfuerza por descubrir, fijar e identificarse —por reconocerse exactamente a sí misma, de modo que se confirma a sí misma— como una autenticidad existente y autoidéntica. ¿Pero se puede alcanzar esto? ¿Qué se necesita para ello, cuáles son las condiciones? —Estas son las preguntas que constituyen el 'problema de la autoidentidad'." (source: 508_2538.txt)

"Así, otras personas para mí son parte directa de la realidad objetiva externa que distingo claramente de mi 'yo'. Pero cuando establezco con ellas una relación de amor íntimo o amistad, las poseo de una manera diferente a como, por ejemplo, poseo el dinero, un vestido o muebles. Porque la propia relación de amor o amistad me enriquece desde adentro, impregna la esencia de mi 'yo' interior y vive en mí. La realidad concreta de mi propio ser es inseparable de ello; ante la ruptura de una relación o la muerte de un ser querido, percibimos un cambio radical en nuestro propio ser interno. De igual forma se da, por ejemplo, la relación de la personalidad con la patria. No solo tengo a la patria como mi entorno natural y escenario de mis actividades; en la forma del idioma nativo en que hablo y pienso, en los conceptos morales, en la vida cotidiana habitual y en esa característica disposición espiritual nacional, la patria vive en mí; la nacionalidad es un elemento determinante de mi propio ser. La misma relación se observa en el desarrollo interior y espiritual de la personalidad a través de la educación, es decir, mediante la absorción de nuevos conocimientos, impresiones e influencias de artistas y pensadores." (source: 1268_6336.txt)

"Esta instancia del ser que experimentamos como 'yo' y a la que denominamos con ese nombre, en cierto sentido, es algo soberano, autosuficiente, independiente de cualquier cosa externa —lo cual es completamente cierto. Pero desde la posición del 'pensamiento trascendental', desde la cual debemos contemplar la realidad, no nos basta con constatar esta 'soberanía' o 'independencia'; debemos comprender el significado mismo de estas características, es decir, el momento constitutivo categórico que las origina. Debemos recordar que la 'soberanía del ser', en el sentido de ser absoluto en sí mismo (aseitas), no pertenece a nada particular, sino únicamente a la unidad absoluta, al todo que lo abarca, o a su fundamento primordial (más adelante veremos que incluso esta afirmación posee solo significancia relativa). El 'yo', como portador del 'acontecimiento inmediato y particular del ser', existe (o mejor: existo) en cada caso no como una deidad absolutamente autosuficiente, sino solo como un momento dentro del conjunto del ser total. La 'soberanía' de mi ser es, en todo caso, una soberanía 'relativa': radica en que me encuentro en una relación de 'independencia' respecto a otros seres similares, en que poseo un ser propio —distinto y separado de ellos. Pero esa misma separación, particularidad, distinción, independencia es una relación de negación en cuanto a aquello de lo que me reconozco como separado (de la misma manera en que la 'soberanía' o 'independencia' de un Estado se expresa por su papel y significado en el 'concierto de las naciones', constituyéndose por su posición en el derecho internacional)." (source: 1267_6334.txt)

El Viaje Interior: Forjando Identidad y Conexión

https://bcfor.com