La Fe Transformadora: Renacer en la Eternidad
Creer en Dios no es solo una convicción, sino una energía viva capaz de transformar el alma y brindar la sensación de existencia eterna, incluso ante la muerte. La verdadera vida comienza cuando nos entregamos por completo a la Fuerza Divina, permitiendo que Él penetre en cada partícula de nuestro ser. Es en este proceso que el hombre adquiere la fuerza del espíritu y se libera de la influencia destructiva de la muerte, llenándose de la alegría de vivir y de la gracia.A través de la perspectiva del amor sacrificado y la victoria de Cristo, esta fidelidad abarcadora nos abre la posibilidad no solo de comprender la inmortalidad, sino de experimentarla en cada situación vital. Aprendemos a ver la muerte no como un punto final, sino como una transición hacia un nuevo nivel de existencia, en el que cada prueba se convierte en un paso hacia la realización de la vida eterna. Nos inspira la idea de que cada sacrificio, cada momento de entrega, se transforma en un ladrillo en el camino hacia el verdadero renacimiento.De esta manera, la fe nos conecta con el poder divino, llenando nuestras almas con fuerzas que transforman y fortalecen no solo en los momentos de triunfo, sino también en los de adversidad. Un mundo donde la muerte es vencida a través del amor y del sacrificio redentor se convierte en un lugar donde alcanzamos la verdadera inmortalidad, viviendo para la eterna alegría y la luz que desciende desde los cielos.¿Cuál es el papel de la fe en la capacidad de Dios para vencer la muerte desde el punto de vista religioso?El papel de la fe en la capacidad de Dios para vencer la muerte reside en establecer una conexión profunda y vivificante entre el hombre y el Dios eterno, que transforma su alma y la llena de poder divino. De ello se deduce que la verdadera vida comienza en el instante en que el hombre se rechaza a sí mismo y se entrega por completo al Señor, lo que le permite comenzar a sentir su propia inmortalidad y alcanzar una alegría vital que contrarresta la fuerza destructiva de la muerte. En este contexto, la fe no es simplemente una convicción, sino una fuerza activa capaz de santificar a la persona y de multiplicar la gracia en su vida. Así, el poder de Dios para vencer la muerte se manifiesta a través del amor sacrificado y la victoria de Cristo, que abren la posibilidad de resurrección y de vida eterna para el creyente, incluso si llega la muerte física.Supporting citation(s):"Creer en el Señor Jesucristo une al hombre con el Dios eterno, quien, dependiendo de la capacidad del hombre para recibirlo, derrama en su alma la vida eterna, y el hombre comienza a sentir y a darse cuenta de su propia eternidad. Y cuanto más fuerte es la fe, más santifica ella con fuerza divina el alma, el corazón, todo el ser humano. Proporcionalmente a la fe se multiplica la gracia y toda la persona es santificada. Y a medida que la santidad del hombre crece, su conciencia de la inmortalidad se fortalece cada vez más y se vuelve más viva. De hecho, la verdadera vida comienza únicamente con el nacimiento de la fe, cuando el hombre entrega su alma, su corazón, su mente y su cuerpo al Señor, y Él los santifica, transforma y deifica gradualmente. Y a la par de la santificación, la transformación y la deificación, Él derrama en el hombre las fuerzas divinas de la gracia, que le otorgan la invencible sensación de su inmortalidad personal. En esencia, estamos tan vivos como permanezcamos en Cristo." (fuente: 1331_6650.txt)"Pero, ¿en qué consiste el poder de la muerte de Cristo, si todos seguimos muriendo de igual manera? Es en que, al igual que nuestro Salvador, resucitaremos de entre los sepulcros. De no haber aceptado el Salvador en nuestra carne, sin Su muerte en la cruz por nosotros, la muerte que nos alcanzó en Adán habría sido una muerte eterna: habríamos caído a la tierra y nunca habríamos emergido hacia la verdadera vida, sino que habríamos descendido, a lo largo de la eternidad, cada vez más abajo en la profundidad infinita del infierno; pero ahora descendemos por la escalera de la muerte y la corrupción para, una vez recorrida, emerger – hacia el cielo. ¿Cuál es nuestra principal victoria sobre la muerte? En que ella es destruida por la muerte misma de Cristo, en que, al morir, no morimos para siempre, sino que morimos para la resurrección. La muerte ahora es como un veneno que, transformado en la sangre de Cristo en la Cruz, se convierte en un remedio contra sí misma." (fuente: 1078_5389.txt)