Normas sociales: la base de la motivación y la fuente de las contradicciones internas
Desde la infancia, aprendemos a percibirnos a nosotros mismos a través del prisma de las opiniones de los demás, y es esta experiencia la que sienta una base sólida tanto para la búsqueda de la excelencia como para la formación de la autoestima. Ya a una edad temprana, el niño comienza a sentir su valor dependiendo de cómo es evaluado por familiares y otras personas. Este mecanismo, por un lado, ayuda a identificar ideales por los que vale la pena luchar y, por otro lado, impone presión para controlar constantemente las propias acciones para no causar burlas o desprecio.La principal dinámica de la formación de la personalidad es que las expectativas sociales pueden convertirse en un poderoso combustible para la superación personal si te enfocas en el deseo interno de ser mejor que ayer. Sin embargo, cuando la evaluación constante prevalece sobre los deseos personales, surge un sentimiento de inadecuación, y el miedo a la condena social paraliza incluso las empresas más audaces. Las actitudes de los padres añaden otra faceta a este proceso: los ideales establecidos en la educación a menudo exigen no sólo conformidad, sino también superación de los propios logros, lo que puede servir tanto de fuente de inspiración como de motivo de conflictos internos.En conclusión, vale la pena señalar que las normas sociales dan forma no solo a nuestra visión externa, sino también a nuestro mundo interior. Estimulan el desarrollo de altos ideales y el deseo de crecimiento, pero al mismo tiempo pueden dar lugar a dudas y temores. Comprender esta dualidad es importante para aprender a utilizar la presión externa como motor de desarrollo, manteniendo la armonía interior y la autoestima.¿Cómo afectan las normas sociales y las expectativas formadas desde la infancia al deseo de ser mejor, más exitoso y más cómodo, y cómo afecta esto a la autoestima?Las normas sociales y las expectativas arraigadas en la experiencia de los niños sientan las bases para la formación tanto del deseo de superación personal como de la autoestima del individuo. Por un lado, el niño comienza a evaluarse a sí mismo a través del prisma de la actitud de los demás, y sobre esto se construye su propio sentido de la dignidad. Así, como se señala en una de las fuentes, "Los niños forman una actitud hacia sí mismos en función de cómo los tratan los demás. Al descuidar al niño, se reduce su autoestima. Si un niño no obtiene lo que necesita, se considera indigno de atención..." (fuente: 1351_6751.txt, página: 2167). Esto significa que la aprobación social, o la falta de ella, se convierte en un factor determinante en la autoestima, obligando al niño a esforzarse por cumplir con las expectativas de otras personas.Por otro lado, la presencia constante de demandas sociales y evaluaciones del entorno impone una presión que se manifiesta en una profunda sensibilidad a la condena social. Un adulto que ha aprendido normas de comportamiento desde la infancia a menudo experimenta miedo al ridículo o al desprecio, lo que puede paralizar incluso las mejores empresas: "A menudo, en muchos de nuestros movimientos internos, nosotros, los adultos, no nos elevamos por encima de la autocaracterización proyectiva. Siempre somos extremadamente sensibles a cómo será nuestra acción; El miedo al ridículo, al desprecio, al descuido, a menudo paraliza nuestros mejores y más nobles movimientos. Es aquí donde la presión social entra en plena vigencia..." (fuente: 1348_6739.txt, página: 318). Así, la presión de las normas sociales puede convertirse en una fuente constante de autocontrol y del deseo de "ser mejor" no tanto para la propia satisfacción como para evitar la culpa.Además, la educación juega un papel importante, que a menudo requiere que el niño no solo cumpla con las expectativas de los padres, sino que incluso las supere. El ideal establecido por los padres se convierte en las pautas para alcanzar el éxito y la perfección. Uno de los refranes dice: "Criar a un hijo significa educarse a sí mismo todo el tiempo. Deje que su hijo sea mejor que usted. 'El alumno ha superado al maestro': este debería ser el objetivo principal de la educación..." (fuente: 1346_6727.txt, página: 559). Esto indica que las expectativas sociales establecen el deseo de crecimiento y mejora constantes, lo que, por un lado, puede motivar y, por otro lado, crear conflictos internos si una persona no siente armonía interna con los ideales establecidos.Por lo tanto, desde la infancia, las normas sociales y las expectativas formadas afectan el deseo de una persona de ser mejor, tener más éxito y cumplir con los ideales de la sociedad. Sin embargo, este proceso es doble: por un lado, contribuye al desarrollo de altos ideales y motivación, y por otro lado, puede causar un sentimiento de insuficiencia y miedo a la condena social, lo que afecta negativamente a la autoestima.Cita(s) de apoyo:"Los niños forman una actitud hacia sí mismos en función de cómo los tratan los demás. Al descuidar al niño, se reduce su autoestima. Si un niño no obtiene lo que necesita, se considera indigno de atención..." (fuente: 1351_6751.txt, página: 2167)"A menudo, en muchos de nuestros movimientos internos, nosotros, los adultos... El miedo al ridículo, al desprecio, al descuido, a menudo paraliza nuestros mejores y más nobles movimientos. Es aquí donde la presión social entra en plena vigencia..." (fuente: 1348_6739.txt, página: 318)"Criar a un niño significa educarse a sí mismo todo el tiempo. Deje que su hijo sea mejor que usted. 'El alumno ha superado al maestro': este debería ser el objetivo principal de la educación". (fuente: 1346_6727.txt, página: 559)