Oda a los calcetines multicolores: cómo el fracaso se convirtió en victoria
Reunió todo su coraje para entrar en esta ruidosa fiesta, a pesar de que cada célula de su cuerpo gritaba en silencio: "¿Por qué necesitas todo esto?"Estuvo a punto de salir volando por el umbral, como si una catapulta le hubiera disparado. Un solitario haz de luz de neón lo atrapó como un foco en un escenario, empujándolo silenciosamente a mostrar de lo que era capaz. Su corazón latía salvajemente en su pecho, y el pensamiento sonaba burlonamente en su cabeza: "Solo eres un intruso, ¿qué estás buscando aquí?"Casi a cada paso, el pánico estallaba en mi cerebro: "Corre a casa antes de que nadie se dé cuenta de tu vergüenza". Pero inmediatamente se abrió paso un obstinado sentido de unidad: "No te rindas, viniste aquí por la libertad de ser tú mismo".Mientras se abría paso entre la brillante multitud, trató de imitar la sonrisa impecable de su amigo, pero se enredó en los cordones de sus zapatos y se estrelló contra el suelo como si alguien acabara de desempacar una pizza recién hecha. Para su sorpresa, en lugar de una risa burlona, el encargado del guardarropa le dedicó una sonrisa bondadosa, y esto significó para él algo más que un aplauso atronador.De repente, la música se detuvo, como si se hubiera detenido para estornudar, y la poderosa voz de alguien le preguntó si se había puesto los calcetines multicolores a propósito. El silencio se cernía sobre la sala, tan estricto como el de un profesor de matemáticas en un examen. Sintió una ola de vergüenza ardiente, pero inmediatamente dejó escapar una risa brillante, ligeramente confundida, pero audaz. Esta risa cortó instantáneamente la tensión en el aire, y toda la multitud estalló en carcajadas, como si se lo ordenara. Resultó que no hay mejor protección contra los calcetines multicolores que reírse de uno mismo.Al regresar al círculo de bailarines, sintió el mismo miedo, pero ahora era cariñoso, casi amistoso. Se dio cuenta de que para convertirse en parte de algo más grande, es importante primero aceptar sus tonterías, después de todo, es en ellas donde se esconde la esencia viva y sincera de todos. Y no hay vergüenza en tener un calcetín verde en un pie y uno rojo en el otro.